Prensa

La prensa mexicana es mala. No hay información escrupulosa y documentada: Froylán López Narváez

«Hay periodistas que cruzan el pantano sin manchar su plumaje, Froylán es uno de ellos».

Bohemio, taciturno, rumbero, trovador de veras, Froylán López Narváez es un veterano
periodista muy querido en el gremio. Su carrera la inició en un suplemento cultural del diario
Ovaciones y después en Excélsior cuando era dirigido por el periodista Julio Scherer García y cuando –según dicen algunos– el periódico “de la vida nacional” estaba entre los cinco mejores
del mundo. Sus artículos en Proceso en varias ocasiones eran claricadores y oportunos.
Después de renunciar al semanario colaboró en los diarios Reforma y Milenio. Profesor de
muchos años en la Universidad Nacional Autónoma de México. Don Froylán recibe en su casa a
este reportero.

La primera referencia que tuve de don Froylán es la que hace Vicente Leñero en su libro Los
periodistas. Leñero cuenta cómo Froylán dejó sus clases en la Universidad Iberoamericana
después de llamar a sus alumnos “burguesitos hijos de papá niños bien clasemedieros,
lectores de las páginas de sociales del El Heraldo y admiradores de Jacobo Zabludowsky. Lo
peor”.

Director de Tv Producciones Excélsior, Froylán López Narváez hizo uno de los mejores
programas televisivos dedicados a difundir el quehacer cultural en México: Diorama de la
Cultura se llamaba. Siempre fue un gran amigo de Julio Scherer García a quien calicaban
como “el periodista del siglo”. Decidido a mantenerse como simple colaborador de Excélsior
nunca quiso pertenecer a la cooperativa de ese diario “para disfrutar plenamente su libertad”.
Don Froylán siempre se mantuvo a la distancia de Scherer. Así lo narra Leñero en su libro, en
una plática entre don Froylán, Hero Rodríguez (Hijo) y él:

“A Julio lo soporto como amigo pero no lo soportaría como jefe –explicó Froylán–. A cada rato
andaríamos en pleitos y yo tendría que obedecerlo a fuerzas. En cambio así, nada más como
colaborador, hago lo que me da la gana y si él se pone necio lo mando a volar. Tranquilamente
lo dejo de ver unas semanas. Hasta que se le pasé y ya.

¿De veras es tan difícil Julio?–pregunté (Vicente Leñero)
Obsesivo– respondió Froylán. Y mira que te lo digo yo que soy su amigo y lo quiero. No hay
mucha gente que conozca tan bien a Julián como yo lo conozco. No más pregúntale.
Pregúntale cuando nos íbamos al fut a ver al Atlante, o al box. Le gusta mucho ¿verdad?
(Leñero)
Antes iba muy seguido. (Froylán)
Manuel dice que él y Julio le pusieron el apodo al Toluco López –informó Hero hijo-. Lo vieron
pelear una noche, cuando todavía era un desconocido, y como el programa decía que era de
Toluca le empezaron a gritar: ‘ora Toluco ora Toluco’, y el público igual. Desde esa noche se le
quedó el apodo”.

Más de treinta años después don Froylán asiente con un movimiento de su cabeza armativo y
con una sonrisa en su rostro.
Nació en Charcas San Luis Potosí en 1939. En esa tierra árida y seca donde están las regiones
montañosas formadas por las sierras Los Picachos del Mulillo y donde los atardeceres son
inolvidables, coloridos y enigmáticos.

Don Froy, como lo llaman sus alumnos de la Preparatoria 6 o de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales, se sienta en su sillón y recuerda su infancia. Entre cierra los ojos y musita:
“Recuerdo cuando vi a mis padres tocando música. Mi madre, doña Sarita, tocaba el piano y mi
padre, don Fernando acompañándola tocando el violín, escena que vi muchas veces” recuerdo mágico y enternecedor, cuenta y prosigue: “O la primera comunión, porque yo fui educado con
la convicción católica”. También en él está presente cuando llegaron al Distrito Federal por tren
en 1948 “recién había acabado la Gran Guerra, llegué a Buena vista”, recuerda y se ríe para sus
adentros.

Sobre su padre recuerda con un gran ánimo “Mi padre era un rico de pueblo. Mi abuelo, don
Domingo López hizo fortuna como comerciante en las rancherías vendía de todo se armaba
dos o tres caravanas y metía de todo y se iba dos o tres o cuatro semanas a lugares de difícil
acceso y con eso hizo fortuna, propiedades que heredó a sus hijos pero a mi papá le quedaba
chico el pueblo”. Y su padre pronto aprendió el ocio de maestro mecánico y decidió venirse a
vivir a la Ciudad de México: “Llegamos aquí a la colonia Portales que era un barrio proletario
donde habitaba el clasemediero y no como ahora que está lleno de intelectuales como Carlos
Monsiváis. Mi madre se ocupó de su pasión que éramos sus cuatro hijos y ya cuando sus hijos
habíamos salido de casa se dedicó a su otra gran pasión que era el piano. Daba clases de piano
a otras casas”.

Don Froylán busca un cigarrillo. Después de prenderlo y dar una honda bocanada recuerda y
sonríe. Su mirada está perdida en el tiempo.

Gran lector de clásicos, Froylán sabe textos enteros de memoria. El vicio y amor por los libros
lo tuvo desde su infancia. “Empecé a leer antes de entrar a la primaria y el hábito, el vicio, la
ación a la lectura es desde muy niño. Era el más inquieto del salón en la primaria. Yo estudié
en una escuela de monjas en lo que ahora llaman escuela confesional donde habíamos pocos
alumnos y donde me la pasaba muy bien. Era muy plácida la estancia y los maestros
aceptables”. En una ocasión lo escogieron para que fuera representante de la escuela en las
juventudes musicales de México, “esto me permitía el acceso a el Palacio de Bellas Artes y a
salas de teatro y conciertos, al ballet, a la ópera”, hace hincapié don Froy.

Ya en la secundaria y en la preparatoria ratica su comportamiento de “inquieto” y pronto se
hace líder del grupo: “Hice muy buenos amigos que actualmente conservo, la prepa fue un
derrotero diferente. En vísperas de entrar a la prepa leí mi primer libro de losofía que era Más
allá del bien y del mal de Nietzche. Era un jovencito de 14 años y mis maestros que fueron
fundamentales para mi formación como Rafael Ruiz Harrell que daba cursos de literatura
universal y de historia de las doctrinas losócas. O mi maestra de Lógica Obtilia Bume”.
Estudió en la preparatoria número uno donde uno de sus condiscípulos era Carlos Slim Helú,
que llegó a ser el hombre más rico del mundo. Froy hablaba francés e inglés así que al llegar a
la adolescencia sus lecturas eran más allá de las comunes.
Estudió la carrera de Derecho, nos cuenta, “A los 20 años me

casé cuando entré a la Facultad
de Derecho de la UNAM. Mi primer trabajo fue en una agencia de viajes. Como hablaba francés
me contrataron pero era como todos los trabajos es decir, mal pagado y sin futuro. Después
fui al Banco de Londres –que ahora ya no existe– y al ver que hablaba otros idiomas me dieron
trabajo pero estuve como seis meses, no me fue nada grato ese trabajo, no me interesaba y
luego entré a trabajar –cuando yo estaba en el tercer año de mi carrera– en la Secretaría de
Hacienda en la Procuraduría Fiscal de la Federación”.

En 1965 lo invitaron a colaborar en Excélsior, llevaba cuatro años colaborando en un
suplemento cultural del periódico Ovaciones: Artes, letras y ciencias que dirigía Emmanuel
Carballo y Alfredo Leal Cortés

. Ahí conoció a buena parte de su generación que se dedicó a la
literatura y al arte como Federico Campbell, Gustavo Sainz, José Emilio Pacheco, Enrique González Casanova y fue que el destino lo hizo periodista.

Froylán, el periodista

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